A lo largo de nuestra existencia todos recurrimos a múltiples personas con las que tenemos confianza y seguridad, pero ¿qué sucede cuando viene un menor dañado que no ha aprendido a encontrar el consuelo, el apoyo de los demás? ¿Qué sucede cuando, al contrario, huye de la gente? ¿Cómo respondemos? Si como profesionales conseguimos que ese menor aprenda a confiar en nosotros, si como profesor cambio la mirada sobre él, habremos avanzado mucho.