Este libro supone una contribución al debate sobre la importancia de la dimensión axiológica en la práctica educativa desde un doble planteamiento: por una parte el no quedarse en un mero análisis teórico, por otra dejar claro que la educación en valores no se agota en la escuela, sino que es cada vez más una tarea colectiva de toda la comunidad, a través de sus efectos informales y de la intensificación de programas de educación no formal.
De su lectura se desprende la idea de que el debate sobre transversalidad y valores y su reflejo en la acción educativa no ha sido una moda pasajera que acompañó a la discusión de la reforma, sino algo imprescindible en cualquier planteamiento educativo.