La violencia se aprende. Quien actúa con medios violentos es porque lo ha aprendido en su crecimiento. En estos últimos años nos han sorprendido las reacciones duramente violentas de los jóvenes. Los hemos castigado a ellos. Y todos contentos. Pero ¿dónde está la raíz de esa violencia más dura que sus cortos años? Si profundizamos en lo recibido en su educación, tendremos la respuesta.
Esta reflexión de Jean-Marie Petitclerc que presentamos es el fruto de largos años de trabajo con adolescentes y jóvenes que han sufrido o han ejercido violencia. De esta experiencia viene el retorno a las fuentes. Educar en la familia de manera no violenta lleva a crear alternativas a lo que creemos solucionar de manera violenta. “La violencia jamás resuelve los conflictos, ni siquiera disminuye sus consecuencias dramáticas”, decía Juan Pablo II. En el interior del ámbito familiar, en las escuelas… es donde se aprenden resoluciones de conflictos que no crean un nuevo conflicto. Si queremos un mundo de paz debemos educar en la paz, en el encuentro, en la comunicación, en la amistad… es sencillo. Tan sencillo como promocionar el diálogo en todos los sectores sociales: “Desconfío de la incomunicabilidad; es la fuente de toda violencia”, decía otro Juan Pablo, Sartre. Y lo sencillo es, a veces, lo más difícil de practicar.