La parentalidad no se reduce solamente a un conjunto de pautas de crianza que los padres tengan que poner en práctica con los hijos, es una experiencia mucho más compleja. En este sentido, se antoja necesario conceder gran relevancia a las emociones que se despiertan y generan en los progenitores cuando son padres. Algunas de estas últimas consiguen ser displacenteras, y son precisamente las que pueden explicar por qué en varias ocasiones, todo lo que se puede pautar o “prescribir” a unos padres, con la finalidad de poder educar adecuadamente a un hijo, puede resultar una tarea altamente difícil de poner en práctica por estos últimos. Y es que a los padres y madres, en ocasiones, nos resulta complicado entender y tratar con amor estas emociones, incluso nos desconcertamos con algunas de ellas.
No basta, entonces, con que nos digan lo que tenemos que hacer para educar bien a nuestros hijos; es necesario también implementar actuaciones que nos ayuden a identificar y gestionar adecuadamente algunas de nuestras emociones más incómodas y la relación que se establece con nuestra historia personal. Se trata de indagar en nuestra mochila, la que cuelga de nuestra espalda durante la tarea de ser madre o padre. De nada servirá decirle a nuestro hijo “cariño, te quiero” o “cálmate, hijo; tranquilo”, si no somos conscientes de las emociones que cortejan a nuestras palabras.
A través de la exposición y el análisis de diferentes casos reales, este libro se constituye en un intento de dotar a madres, padres, “técnicos de la parentalidad”, maestros y educadores en general de ciertas herramientas para mirar, con cariño, dentro de la mochila. Se trata de evitar inundar a los hijos con un “amor de garrafón”. Es este un tipo de amor que aparece muchas veces obedeciendo a ciertas emociones, sin quererlo y sin ni siquiera darnos cuenta.