Nunca es tarde para superar el pasado y disfrutar de la vida.
Sabemos que tapar una herida sin limpiarla no es buena idea y que, aun después de hacerlo, lo mejor es dejarla secar al aire. Así se irá cerrando, se volverá una cicatriz y dejará de doler. Al mirarla, recordaremos lo que pasó, pero ya no sentiremos dolor. Si, por el contrario, tapamos la herida, es posible que acabe infectándose y generando un problema de más envergadura. Con las heridas emocionales pasa lo mismo. Cuando algo nos ha dañado, hemos de entender cómo nos afecta y ver si hay bloqueos que nos siguen limitando.
En las cicatrices no duelen, la psiquiatra Anabel Gonzalez nos muestra una ruta hacia la curación emocional. Mediante la terapia EMDR, un modo fascinante de trabajar en los recuerdos y las defensas que levantamos frete al dolor, aprenderemos a sanar traumas y deshacer los nudos mentales que nos atan al pasado y nos impiden evolucionar.