Sanador herido: ayudante con problemas, frágil. En el pasado o en el presente. Ayudante vulnerado y vulnerable. ¿Qué hacemos con nuestra propia sombra?
Una pregunta saludable para los profesionales de relaciones de ayuda es, efectivamente: ¿cuál es mi herida que subyace al deseo de ayudar a los demás?, ¿qué heridas mías se despiertan cuando entablo relaciones de ayuda con otros?
La imagen del sanador herido (que cada vez se emplea más en la literatura médica, psicológica y espiritual) sirve para poner en evidencia el proceso interior al que son llamados todos cuantos prestan ayuda a quien atraviesa un momento difícil en la vida, marcado por el sufrimiento físico, psíquico o espiritual. Significa, pues, el reconocimiento, la aceptación y la integración de las propias heridas, de la propia vulnerabilidad y condición de finitud.
El poder humanizador de esta imagen radica en el hecho de que constituye un ejercicio de humildad y de aprendizaje, que los profesionales del cuidado pueden realizar a partir del reconocimiento de la propia humanidad, hecha no solo de recursos —conocimientos, habilidades, destrezas, roles...— sino también de fragilidades de toda índole que, bien utilizadas, pueden precisamente transformar a los profesionales en mejores personas.