No se trata de cuentos para dormir a los niños, sino para que los educadores estén bien despiertos a fin de que mediante ellos los niños pequeños aprendan a identificar sus emociones, a manifestarlas, a controlarlas y a saber guiarse por ellas en su conducta y actividades. En el fondo, potencia una formación en habilidades sociales que orientará a los niños (hijos o alumnos) en sus relaciones familiares y escolares. El aprovechamiento de los cuentos fantásticos, tradicionales o inventados es una fuente educativa, además de placentera, muy útil para la vida familiar y en la escuela.