La meditación es una práctica muy antigua que, a menudo, se relaciona con diversas religiones, con la mística, o con alguna corriente filosófica. También se la identifica con una especie de reflexión profunda, o se cree que la meditación consiste en no pensar, en lograr el vacío. Sin embargo, la meditación es otra cosa.
Jeanne Siaud-Facchin nos explica que, en realidad, la meditación es una práctica activa, muy dinámica; un ejercicio mental para centrarnos en las experiencias que vivimos en cada momento. Un entrenamiento espiritual que nos permite convertirnos en expertos de nosotros mismos, encontrar la calma interior; que nos ayuda a “recargar” nuestras energías físicas y psicológicas, a disminuir el estrés, a atemperar la agitación que nos causan determinados pensamientos, las turbulencias emocionales… Se trata, pues, de una actividad que nos ofrece numerosas recompensas: refuerza nuestro sistema inmunitario, favorece nuestra atención y concentración, y nos permite afrontar los retos de nuestra vida con serenidad.