Jacques Lacan fue, por cierto, libre de dirigirse a la libertad del otro, ya sea en su ejercicio del psicoanálisis, sus presentaciones de enfermos, su seminario (la escena lacaniana).
Así rompió con un prerrequisito que mantenía a la locura bajo el dominio de la necesidad -lo que debía oponerlo a Herni Ey y acercarlo a Michel Foucault, para quien la libertad está sólidamente imlicada en la noción misma de locura y pertenece al ámbito de su existencia-.
Si la sublevación del loco y también la del niño se muestran como intratables, y se sustraen al dominio que se intenta ejercer sobre ellas, ¿no es acaso en razón de que está en juego su libertad?
Más vale tomar nota de eso.