¿Qué hay en común entre un chiste, una broma, un filme cómico, un sketch, un dibujo humorístico o, incluso, los juegos de palabras y la utilización del humor en los momentos difíciles de la existencia? Las bromas, los retruécanos o las situaciones cómicas despiertan los placeres de la infancia, aquellos juegos en los que se hace “como si”, la representación de roles que produce la ilusión de dominar lo incontrolable, permitiéndonos, de este modo, captar el mundo y prepararnos para afrontar su extrañeza. El humor nos remite a los placeres lúdicos de la infancia con sus sombras y sus luces. Revela al niño que hay en el adulto, que se construyó a partir del juego y de lo imaginario. Así, nos recuerda nuestras tentativas infantiles de dominar situaciones frustrantes que se nos escapan o que nos dan miedo.
“El misterio que trata Marie Anaut en este libro es de qué modo la forma de presentar una desgracia puede metamorfosear su triste connotación afectiva en alegría relacional”.
Boris Cyrulnik
“Un hermoso ensayo sobre la capacidad del humor para protegernos de la desorganización mental”.
Havre Libre