Club de Lectura para Psicólogos – sobre el Síndrome de Asperger ??
Empezamos a preparar la siguiente reunión del Club de Lectura para Psicólogos de la LIBRERÍA MAYO.
Se celebrará el sábado, 17 de marzo de 2018.
De 19 a 21 horas.
En la propia LIBRERÍA MAYO.
En esta ocasión, hemos elegido como libro para leer, comentar y debatir: El curioso incidente del perro a medianoche. De Mark Haddon. Publicado en 2003 y editado por Salamandra.
¿Te animas?
Escríbenos al email de la LIBRERÍA MAYO: alejandrogmayo@gmail.com para organizar el aforo, y preparar un café y unas pastas (que siempre son bienvenidos)
Como primera aproximación al libro y a su protagonista podemos definir el Síndrome de Asperger como un conjunto de características mentales y de conducta que forma parte de los trastornos del espectro autista. Se encuadra dentro de los trastornos generalizados del desarrollo (CIE-10; Capítulo V; F84). La persona afectada muestra dificultades, de gravedad variable, en la interacción social y en la comunicación, así como actividades e intereses en áreas que suelen ser muy restringidas y en muchos casos estereotipias.
Se diferencia del autismo infantil temprano que describió Leo Kanner y de otras formas menos específicas en que en el trastorno de Asperger no se observa retraso en el desarrollo del lenguaje, ni existe una perturbación clínicamente significativa en su adquisición. No hay retardo, por ejemplo, en la edad en que aparecen las primeras palabras y frases, aunque puede haber particularidades cualitativas (por ejemplo, gramaticales) que llamen la atención, así como una preservación generalizada de la inteligencia. Aunque la edad de aparición y detección más frecuente se sitúa en la infancia temprana, muchas de las características del trastorno se hacen notorias en fases más tardías del desarrollo, cuando las habilidades de contacto social comienzan a desempeñar un papel más central en la vida de la persona.
(definición Síndrome de Asperger en Wikipedia)
Y para empezar a leer, El curioso incidente del perro a medianoche dice así…
2.
Pasaban 7 minutos de la medianoche. El perro estaba tumbado en la hierba, en medio del jardín de la casa de la señora Shears. Tenía los ojos cerrados. Parecía estar corriendo echado, como corren los perros cuando, en sueños, creen que persiguen un gato. Pero el perro no estaba corriendo o dormido. El perro estaba muerto. De su cuerpo sobresalía un horcón. Las púas del horcón debían de haber atravesado al perro y haberse clavado en el suelo, porque no se había caído. Decidí que probablemente habían matado al perro con la horca porque no veía otras heridas en el perro, y no creo que a nadie se le ocurra clavarle una horca a un perro después de que haya muerto por alguna otra causa, como por ejemplo de cáncer o un accidente de tráfico. Pero no podía estar seguro de que fuera así.
Abrí la verja de la señora Shears, entré y la cerré detrás de mí. Crucé el jardín y me arrodillé junto al perro. Le toqué el hocico con una mano. Aún estaba caliente.
El perro se llamaba Wellington. Pertenecía a la señora Shears, que era amiga nuestra. Vivía en la acera de enfrente, dos casas hacia la izquierda.
Wellington era un caniche. No uno de esos caniches pequeños a los que les hacen peinados, sino un caniche grande. Tenía el pelo negro y rizado, pero cuando uno se acercaba veía que piel era de un amarillo muy pálido, como la de los pollos.
Acaricié a Wellington y me pregunté quien lo habría matado y por qué.
3.
Me llamo Christopher John Francis Boone. Me sé todos los países del mundo y sus capitales y todos los números primos hasta el 7.507.
Hace ocho años, cuando conocí a Siobhan, me enseñó este dibujo
y supe que significaba “triste”, que es como me sentí cuando encontré al perro muerto. Luego me enseñó este dibujo
y supe que significaba “contento”, como estoy cuando leo sobre las misiones espaciales Apolo, o cuando aún estoy despierto a las tres o las cuatro de la madrugada y recorro la calle de arriba abajo y me imagino que soy la única persona en el mundo entero.
Después hizo otros dibujos
pero no supe decir que significaban.
Pedí a Siobhan que me dibujara más caras de esas y escribiera junto a ellas que significaban exactamente. Me guardé la hoja en el bolsillo y la sacaba cuando no entendía lo que alguien me estaba diciendo. Pero era muy difícil decidir cuál de los diagramas se parecía más a la cara que veía, porque las caras de la gente se mueven muy deprisa.
Cuando le conté a Siobhan lo que hacía, sacó un lápiz y otra hoja y dijo que probablemente eso hacía que la gente se sintiera muy
Y entonces se rió. Así que rompí mi hoja y la tiré. Y Siobhan me pidió disculpas. Ahora cuando no sé qué me está diciendo alguien le pregunto que quiere decir o me marcho.
5.
Arranqué la horca del perro y lo tomé en brazos….