Disforia de género y anorexia

¿Tienen alguna relación la disforia de género y la anorexia?

En una entrada anterior del blog comenzamos a dar algunas pinceladas y reflexiones sobre los problemas actuales que rodean al mundo adolescente y que, en algunas ocasiones, derivan en desórdenes psicopatológicos y trastornos de conducta.

Este es el enlace a esa entrada que titulamos Libros sobre conducta adolescente.

Y hoy, nos gustaría dar continuidad a ese artículo con otro tema que gira entorno a la adolescencia y la construcción de la identidad personal, y que hemos querido titular ¿Tienen alguna relación la disforia de género y la anorexia? Como veis, se trata de un tema de candente actualidad y que está generando bastante debate público.

 

¿Cómo podemos relacionar dos temas que, en principio, parecen tan distantes: disforia de género y anorexia? Pues, de momento, proponiéndoos un pequeño juego de esos de “encuentra las siete diferencias” entre dos textos para que sea cada uno de vosotros quienes lleguéis a vuestras propias conclusiones.

Uno de ellos fue escrito y publicado en el año 1995 por un psiquiatra llamado Gonzalo Morandé; que para quienes ya tenemos algunos años en esto de la Salud Mental fue el jefe del departamento de psiquiatría en el Hospital infanto-juvenil del Niño Jesús. En su momento, una eminencia en el campo de los trastornos del comportamiento alimentario.

El otro texto, es una noticia publicada hoy en día, con fecha de 1 de noviembre de 2022, en el medio de comunicación ABC y en la cual, habla otro psiquiatra, el doctor Celso Arango, jefe del departamento de psiquiatría infanto-juvenil del Hospital Gregorio Marañón en Madrid; una figura referente en la salud mental en España en estos momentos.

 

En realidad, os proponemos un ejercicio de reflexión y crítica. El primer texto corresponde al libro “Un peligro llamado anorexia. La tentación de adelgazar”, escrito por el Dr. Morandé; mientras que el segundo lleva por encabezado el título “Familias con niños trans contra la ley de Montero: Mi hija y sus tres amigas ahora dicen que son chicos”.

Por nuestra parte, dentro de las muchas reflexiones que se podrían hacer, hemos querido enlazaros un podcast que nos ha gustado mucho titulado La construcción de la identidad en la adolescencia y que pertenece a la web somosestupendas.com. Y es que, en nuestra humilde opinión, que ambos fenómenos hayan hecho su aparición de una forma “epidémica”, en la edad adolescente, y estén focalizados en la aceptación y la autoestima corporal, y compartan un estado afectivo de disforia relacionada con la búsqueda de una identidad, no es simple casualidad.

Así pues, vamos con los textos y con vuestras propias reflexiones:

 

Anorexia y bulimia, una epidemia de moda

Según el Diccionario de la lengua española, epidemia es “una enfermedad que se propaga durante algún tiempo por un país, acometiendo simultáneamente a un gran grupo de personas”. Una epidemia cuenta con unas vías de difusión, un medio que las propaga y favorece, unos agentes que transmiten la enfermedad y una población susceptible de padecerla. Los afectados pueden o no contagiarse de dicha enfermedad entre ellos.

Un ejemplo de epidemia en los tiempos modernos lo constituyen los trastornos de la conducta alimentaria.

Nuestro equipo realizó trabajos en 1985, 1986 y 1987 con población escolar adolescente de Madrid de diversas clases sociales. Se recogieron los siguientes datos: un 0,3 % de anorexia nerviosa y un 1,25 % de bulimia nerviosa, ambas cifras registradas en mujeres, ya que entre los varones no se detectó ningún caso. En 1995, con similar metodología, la prevalencia de anorexia nerviosa en mujeres se ha triplicado, cifras cercanas al 1,1 % y en bulimia nerviosa al 2,1 %. La población en riesgo ha llegado al 16 %. Los porcentajes registrados en varones siguen siendo muy minoritarios.

Actualmente (escribía el Dr. Morandé en 1995) en todos los institutos de bachillerato, centros de formación profesional y facultades universitarias hay casos de anorexia y bulimia nerviosas. En una visita que se hizo a un instituto el 45 % de las alumnas conocía algún paciente con alguna de estas enfermedades entre sus amistades, y un 30 % de los casos estaba en el propio colegio o centro. Los profesores cada vez están más preocupados y se interrogan sobre su papel y vías de colaboración para prevenir la difusión y cuidar de las enfermas que continúan sus estudios.

En la consulta del Hospital de la Cruz Roja de Madrid, por ejemplo, se recibía un caso de anorexia nerviosa anual antes de 1980 y en 1982 apareció el primero de bulimia nerviosa. A partir de 1983 se atendieron veinte casos nuevos anuales; en 1987 se superaron los cien casos de anorexia y los diez de bulimia. Y en la actualidad (seguimos en el año 1995) en el Hospital del Niño Jesús de Madrid se reciben tres pacientes nuevos a la semana y están en tratamiento semanal 210 enfermas, setenta de las cuales presentan bulimia nerviosa.

Una de las características de esta epidemia es que se difunde con tanta rapidez como las modas. A su vez, es importante señalar que la cobertura y el eco que de ella hacen los medios de comunicación lo único que hace es favorecer su aumento.

 

Tras hablar el Dr. Morandé, en su libro, sobre las modas y la publicidad focalizadas en el cuerpo femenino y sobre los cambios biológicos, psicológicos y sociales que se viven en el periodo adolescente, para así reflexionar sobre el motivo de que los trastornos del comportamiento alimentario afecten mayoritariamente a mujeres y tengan su inicio al comenzar la adolescencia; nos encontramos el siguiente párrafo:

Adolescencia e identidad personal

Salir de la infancia y entrar en la adolescencia conlleva una limitación en la identidad como individuo y haberse con una identidad social, a veces frágil y difusa. Es, como parece, una etapa larga, como las anteriores, y que se prolongará durante muchos años en la actualidad. La adolescente puede vivirla bien, pero procesarla mal, incluso en muchos momentos plantearse dudas importantes con respecto a su identidad como joven, como mujer, como estudiante, como hija, amiga o novia.

La inseguridad en algunas adolescentes se convierte en enfermedad y en otras se traduce en una búsqueda de una forma de ser y de vivir distinta a la que tienen. Así, la anorexia y la bulimia, para muchas de estas adolescentes a las que nos referimos, vienen a llenar ese espacio. Expresiones como “soy anoréxica” o “soy bulímica” pueden ser para bastantes chicas una seña de identidad. Cuando un trastorno anoréxico o bulímico se hace identidad es más difícil solucionarlo, ya que su curación implica el abandono de esta y el paso, una vez más, a lo desconocido.

Las chicas se miran en las chicas, primero en las más cercanas y luego en las que aparecen en los medios de comunicación. De sus compañeras aprenden casi todo, más aquellas cuyos padres trabajan y están más tiempo solas o sus hogares carecen del ritmo adecuado.

Los fenómenos de emulación, mimetismo y envidia son comunes a esta edad. Pasan de una identidad personal devaluada o poco desarrollada a la identidad de grupo. Las que quedan excluidas de estos dos grupos de identidad sufren mucho, que son precisamente aquellas que luego serán nuestras pacientes anoréxicas que se apegan a los estudios demasiado, se aterrorizan ante la erotización de las conversaciones, no actualizan su forma de actuar, ni de arreglarse, ni de pensar, y se quedan atrás con fama de empollonas, demasiado serias y poco comunicativas.

(En Un peligro llamado anorexia. La tentación de adelgazar. De Gonzalo Morandé. Ediciciones Temas de hoy. 1995)

 

Vamos pues, ahora, a ver el artículo que se publicaba en el medio de comunicación ABC recientemente sobre disforia de género y que, recoge la opinión del Dr. Celso Arango sobre el tema; para poder encontrar esas diferencias o quizá coincidencias en ambos temas: disforia de género y anorexia.

 

“Familias con niños trans contra la ley de Montero: Mi hija y sus tres amigas ahora dicen que son chicos”.

En 2020, en pleno confinamiento y tras varios meses encerrada, Irene (nombre ficticio), de 13 años, se dirigió a sus padres para decirles que ya no se consideraba mujer, que pertenecía al género fluido (aquellas personas que no se identifican con una única identidad de género). Al poco tiempo, sin embargo, el anuncio fue distinto: se sentía hombre. «Nos dijo que odiaba su cuerpo, que se miraba al espejo y que le daba asco, que se quería vendar el pecho», explica su madre, Gema (también usa un nombre ficticio, como todas las madres que participan en esta historia, para proteger a sus hijos). A partir de ese momento, relata esta progenitora, su pequeña cambió por completo: «Se cortó el pelo cortísimo, cuando antes se negaba a tocarse hasta las puntas, cambió su forma de vestir de manera radical…etc.».

Pero lo que más llama la atención de Gema, y le lleva a pensar que se trata de una «moda» en la que cada vez caen más adolescentes, es que su hija no es la única de su entorno en esta situación. «Cuando salimos del confinamiento vimos que sus tres amigas de la infancia, desde muy pequeñas, tenían el mismo discurso. Es decir, cuatro niñas que de repente tienen las mismas ideas y actitudes, que se cambian el nombre, se tratan en masculino y piden que las llamen en masculino. Esto es muy importante porque hay un elemento tremendo de contagio social y moda», cuenta.

Desde los 12 años

Gema se apoya en otras familias que pasan por lo mismo a través de Amanda, la agrupación de madres de adolescentes y niñas con disforia acelerada. Desde ahí, tratan de combatir la futura ‘ley trans’, impulsada por el Ministerio de Igualdad de Irene Montero que contempla, entre otras cosas, la autodeterminación de género, es decir, el cambio del sexo registral, a partir de los 12 años. Y, a partir de los 16, además, sin que sea necesario el consentimiento de los padres, si la norma se aprueba en los términos actuales. «Es una locura, si todo esto, además, va a estar avalado por una ley irá a más», lamenta esta madre.

 

En la misma línea se pronuncia Clara, una madre de Gerona a la que su hija, ya mayor de edad, también le dijo durante la pandemia que se sentía chico, ante la incredulidad de su progenitora. Tiene claro que su lucha ahora se centra en gritar contra la ‘ley trans’ para evitar que más familias pasen por situaciones como la suya: «Mi guerra ahora es para que esta ley no salga adelante, que todo este contagio social con lo trans se revierta y le llegue algo a mi hija».

A juicio de Clara, hay un «adoctrinamiento en mayúsculas» a los más jóvenes y el cuestionamiento cuando una persona dice sentirse del género opuesto es prácticamente inexistente. Cuando su hija le contó que se sentía hombre, relata esta progenitora, fueron juntas al médico. «No estaba nuestra doctora de cabecera, sino una sustituta que no había visto a mi hija en su vida. Y mi sorpresa fue que al salir de la consulta mi hija me dijo que sí, que la doctora le había dicho que lo tenía muy claro y que era trans». Tras esto, la derivaron a un centro para verse con unas psicólogas. «Fuimos las dos y pregunté cómo funcionaba el proceso, cómo era la valoración que iban a hacer, etc. Y me dijeron que ahí no hacían ninguna valoración, que lo que hacían era acompañar en el proceso», lamenta con cierta indignación.

 

Con testosterona

El siguiente paso fue la hormonación, pues desde hace año y medio ya toma testosterona. Y es este asunto el que inquieta especialmente a Clara: «Lo que más me preocupa es la cantidad de niños, y sobre todo niñas, porque sabemos que el mayor contagio son niñas, que empezarán a hormonarse como quien se toma un caramelito porque no tienen ni idea de las consecuencias que conlleva la hormonación, y que empezarán a operarse. También me angustia que los padres se opongan a esto y empiecen las denuncias contra ellos. Toda una generación perdida».

Las familias ven además detrás de los cambios de identidad de género de su descendencia problemas de salud mental. La hija de Clara había sufrido ansiedad y depresión consecuencia de varios factores, entre ellos, el ‘bullying’ al que fue sometida en el instituto. «Es una chica muy inteligente que nunca encajó en ningún sitio. Nunca obtuvo respuesta a sus inquietudes ni tuvo grandes amigas», relata su madre. Ahora, en cambio, con su identidad masculina, la situación ha dado la vuelta: «Está en fase de luna de miel porque es la reina del lugar, porque ya nadie le puede chistar nada porque es trans, y si le chistas eres tránsfoba», explica Fátima. Madre de un chico trans.

 

También Gema relaciona el cambio de género de su hija con las consecuencias de haber sufrido acoso sexual por parte de un compañero del instituto. «Nosotros nos enteramos un año después y a raíz de esto empezamos a hilar y a entender qué pasaba. Y lo que ocurre es que hay una reacción a ese acoso sexual que ella resuelve diciendo que ser chica es un asco porque te pasan estas cosas y la conclusión es que quiere ser un chico. Y es su forma de verlo y sentirlo, porque ella realmente lo vive así», expone. Además, asegura, ha pasado de ser una niña que pasaba desapercibida «a ser una valiente y súper guay porque es trans». Pero esta madre también sostiene que la mayoría de casos «son calcados»: «Lo veo en Amanda y con las amigas de mi hija. Todos han sufrido acoso escolar, ansiedad o tienen otros problemas de base», defiende.

Precisamente la inseguridad derivada de la adolescencia y del ‘bullying’ fue la que llevó a la hija de Fátima a acudir a una charla transactivista. «Se le animó en el instituto sin consultarme ni decirme nada. Se le inició en 4º de ESO un protocolo de transición social sin comunicármelo, y me he enterado tres años después hablando con sus amigos y con sus madres», critica esta progenitora, a quien su posicionamiento contra la decisión de su hija le ha llevado a perder la relación con ella.

 

Los psiquiatras alertan del ‘boom’ de adolescentes que creen ser trans

La futura ‘ley trans’ incomoda a las familias y también a algunos psiquiatras como Celso Arango, director del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Gregorio Marañón. «Existe un ‘boom’, una eclosión de adolescentes que resuelven sus problemas asumiendo que son ‘trans’, cuando realmente tienen otros trastornos. La proporción respecto a los que sí es de 100 a 1», asegura este especialista a ABC cuando se le pregunta por un estudio holandés reciente que vuelve a azuzar la polémica ley. En este trabajo se demuestra que solo el 2 por ciento de los jóvenes que inician tratamientos médicos de cambio de sexo se arrepienten de haber empezado. Este estudio se ha utilizado para justificar la futura norma porque la principal disputa tiene que ver con que los menores puedan elegir hacer la transición de sexo sin informes médicos ni autorización paterna.

La investigación, publicada en la revista ‘Lancet’, sostiene que el arrepentimiento es algo muy infrecuente si previamente se ha realizado una evaluación médica exhaustiva. Y ahí está la clave, según Arango. «Es lógico este resultado porque todos los chicos que empezaron estaban bien diagnosticados, eran realmente trans, lo que tememos es lo que pueda ocurrir entre los jóvenes que dicen serlo y decidan medicarse solo por una moda transgénero y sin un buena evaluación previa», explica. Cree que si sale la ley tal y como está redactada se hará mucho daño «porque está alejada de la realidad, de lo que estamos viendo en las consultas».

En el Gregorio Marañón se ha pasado de ver uno o dos casos al año de chicos que dicen ser trans a un 20% de los ingresados en la unidad de hospitalización. «Esta explosión de casos no puede responder a la realidad».

También desde la Asociación Española de Psiquiatría de la Infancia y Adolescencia (Aepnya) han alertado recientemente sobre la futura ley. Mediante un comunicado, se muestran «altamente preocupados» por el impacto de la norma en los menores de edad. Aseguran que pone en riesgo el derecho de los niños a una atención médica integral y denuncian que no contempla la advertencia a los menores sobre las consecuencias de cambiar de género.

 

Fátima, como el resto de madres, denuncia la ausencia de cuestionamiento hacia los jóvenes que toman estas decisiones. «En el instituto la animaron directamente a que fuera a la unidad de género del hospital. Lo que le hicieron fue un test de 45 minutos para descartar que fuera anoréxica o psicópata y le recetaron la testosterona», lamenta, pues no cree que su hija necesite hormonarse «para estar bien»: «No considero que ella sea un hombre, considero que es una mujer. Hay muchas maneras de ser mujer, no hay que serlo con tacones de aguja y melena, se puede serlo con el pelo corto y sin maquillar. Se puede ser una mujer lesbiana».

Con la ‘ley trans’, asegura Fátima, se cometerá «una barbaridad contra los niños». En su opinión se está confundiendo el sexo biológico con el género «sin cuestionar esta locura», que tacha de «delirio». «Atenta directamente contra la salud de nuestros menores. Es flagrante y tenemos que abrir los ojos». Tiene miedo de que su hija vaya más allá de las hormonas: «No quiero ni pensarlo. Me da miedo que se quite los pechos. Me parece una aberración absoluta».

El efecto que la ley pueda tener sobre los más jóvenes es lo que más inquieta a Patricia, madre de una chica trans. Su hijo, ahora ya de 25 años, le dijo hace años que se sentía mujer. «Me dijo que se sentía chica porque lloraba con las películas y más cosas y le dije que los sentimientos los tienen tanto los hombres como las mujeres». Aunque al principio le prometió que no se iba a hormonar, terminó haciéndolo. Relaciona el cambio con un mayor uso por parte de su hijo de las redes sociales. «Te obligan a ver una realidad que no es», sentencia.

(En Familias con niños trans, contra la ley de Montero: «Mi hija y sus tres amigas ahora dicen que son chicos» por Elena Calvo en ABC del 1/1/2022)

 

¿Tienen alguna relación la disforia de género y la anorexia?

Probablemente han pasado muchas cosas entre la sociedad de 1995, pre-móviles, pre-internet masivo, y la sociedad actual de 2022; pero en vuestra opinión ambos fenómenos guardan una relación: la construcción de la identidad en la adolescencia y los desórdenes psicopatológicos que pueden surgir cuando esta construcción se torna patológica.

 

Como decíamos, nos ha gustado mucho la conversación sobre La construcción de la identidad en la adolescencia, que somosestupendas.com ha tenido la amabilidad y el acierto de publicar en su web en formato podcast. Así que terminamos esta entrada con el enlace al podcast y esperando vuestras propias reflexiones, comentarios y conclusiones sobre el tema.

 

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