
El problema del desplazamiento conceptual o concept creep
¿Sabes lo que es el desplazamiento conceptual o concept creep?
En este artículo vamos a hablar sobre un término que todos los que nos dedicamos al estudio de la psique y de las tipologías humanas y sus padecimientos debemos conocer y tener siempre en mente: la fluencia conceptual o el desplazamiento conceptual.
Porque cuando trabajas como psicólog@, o como psiquiatra, y empleas un término para diagnosticar o definir la realidad de un paciente en la consulta:
¿Estás completamente segura/o de que empleas ese concepto correctamente?
Puede parecer una pregunta un tanto absurda!!
Todos estamos seguros de lo que hemos estudiado y podemos afirmar que “cuando diagnosticamos a un paciente una depresión es porque padece una depresión”. Igual que cuando diagnosticamos un TETP o un TDAH. O cuando realizamos pruebas psicométricas a un cliente y le comentamos sobre sus rasgos narcisistas, psicopáticos o histriónicos. O cuando hablamos de la dependencia emocional de una pareja o alertamos a la sociedad a través de una entrevista en la radio sobre el mobbing o acoso laboral. Y es que, en general, todos estamos muy seguros de los conceptos que manejamos salvo que nos detengamos realmente a examinarlos…
…y eso es lo que hizo Nick Haslam en un artículo ya famoso que publicó en 2016 en la revista Psychological Inquiry con el título “Concept creep: Psychology´s expanding concepts of harm and pathology”.
En este artículo Haslam nos recordaba a todos los que trabajamos en el campo de la salud mental y de la ciencia psicológica que nuestros conceptos son herramientas del lenguaje humano que utilizamos para definir, categorizar, trocear y fragmentar la realidad para así poder trabajar con ella. Pero, en ningún caso, son la realidad en sí misma. Y por este mismo motivo, Haslam venía a mostrarnos que la gran mayoría de los conceptos que utilizamos tan confiadamente tienen unos límites más bien difusos, que dependen del contexto, que no son estáticos y que, en general, fluyen en función de diversas fuerzas y factores.
Y para hacernos ver la fluencia de algunos conceptos que solemos utilizar en nuestra práctica diaria y cómo sus límites no son fijos sino que tienden a un desplazamiento conceptual, Haslam, ilustra su artículo con seis términos supuestamente bien asentados y definidos; pero que resulta tienen los pies de barro: abuso, bullying o acoso, trauma, trastorno mental, adicción y prejuicio.
Hoy en día, pocos profesionales de la salud mental se extrañarían al leer un artículo en una revista u oír a un compañero comentar que tal paciente presenta una adicción a los móviles, a las redes sociales, a las compras o al sexo. Pero si nos remontamos unos años o unas décadas hablar en estos términos no hubiera sido posible porque el concepto de adicción estaba reservado a la dependencia física, incluyendo el síndrome de abstinencia, de una sustancia introducida en el organismo. Así que, el mismo concepto de adicción ha cambiado con los años y ahora no hace falta ni la sustancia, ni la abstinencia para nombrar el mismo proceso.
Lo mismo ha sucedido, por ejemplo, con el concepto de trauma; que en las primeras versiones del DSM estaba limitado a la organicidad cerebral secundaria a una fuerza externa (trauma de guerra, pej). Con los años, el concepto se desplazó e incluyó el trauma psíquico causado por una experiencia que debía ser amenazante para la supervivencia y que estaba fuera del rango de la experiencia humana habitual (un acto terrorista o un terremoto, pej). Y, en cambio, en estos últimos años, el término trauma ha vuelto a sufrir otro desplazamiento conceptual puesto que, en las definiciones actuales, ya no es necesaria la experiencia amenazante y fuera del rango habitual sino que, simplemente se requiere que el sujeto haya sentido o vivido la experiencia como traumatizante. Por lo que, podemos diagnosticar y conceptualizar como trauma un despido inesperado.
Por eso, conocer la existencia del concepto de fluencia o desplazamiento conceptual nos permite ponernos alerta sobre como algunos términos que fueron definidos inicialmente para nombrar una realidad, con el tiempo, han ido englobando una proporción mayor de significados que desvirtúan, para bien o para mal, el uso original.
La idea no es juzgar si esto es bueno o es malo. Hay quien pensará que la ciencia avanza y que estos cambios en los límites de los conceptos, estos desplazamientos conceptuales, permiten definir mejor la realidad. Por ejemplo, antes sólo veíamos maltrato en la agresión y ahora también somos capaces de verlo en la negligencia y el abandono. Sin embargo, el desplazamiento conceptual también puede tener un lado oscuro si no se conoce, porque pueden existir “poderes” y “fuerzas” que intenten desplazar una definición (para así incluir a un mayor porcentaje de la población dentro de una categoría patologizante y poder defender su curación con un determinado tipo de tratamiento o terapia). La idea no es juzgar sino conocer el concepto para estar alerta.
En el artículo Haslam señala dos tipos de desplazamientos conceptuales: el desplazamiento conceptual vertical cuando el concepto se vuelve menos estricto y engloba variantes más leves y sutiles de un fenómeno: por ejemplo, el duelo hacía referencia al fallecimiento de un ser querido; pero, actualmente, a nadie le extrañaría que un psicólogo le hablase a su paciente sobre estar atravesando un proceso de duelo por su relación de pareja perdida o tras una jubilación.
A su vez, el desplazamiento conceptual horizontal ocurriría cuando el concepto de extiende para incluir una nueva gama de fenómenos; como sucede al hablar de ciberacoso, en donde la víctima puede ni siquiera conocer la identidad del supuesto acosador o acosadores, y con ello, no quedar claro el desequilibrio de poder existente entre acosador y víctima (algo primordial en las primeras definiciones del concepto de acoso para diferenciarlo de cualquier otro conflicto u agresión).
En definitiva, nos gustaría terminar este año 2023 proponiendo que todos juntos hagamos una reflexión sobre nuestras profesiones y nuestro lenguaje; puesto que cuando definimos ante un paciente un concepto este puede convertirse en su explicación de la realidad, con toda la influencia que esto pueda tener.
Ya hablamos sobre ello en un artículo de 2022 refiriéndonos a la metáfora del apego. De nuevo, se trata de un concepto creado por la cultura humana para definir un fragmento de la realidad; pero no la realidad en sí misma. Si las personas piensan que sus relaciones se definen por el apego, entonces pueden pensar que una ruptura consiste en desapegarse (como si de separar dos piezas pegadas con pegamento se tratase). Cuando quizá, en una relación duradera, otros términos como “entrelazados” o “mezclados” sean más descriptivos para su realidad y esto se observa en que no es tan fácil separar las dos entidades originales sin pérdidas, dolor, y daños.
Hace algunas décadas los profesionales de la psiquiatría fueron duramente criticados por algo que se vino a llamar la psiquiatrización. Se trataba de denunciar la tendencia que podían tener algunos profesionales a diagnosticar de forma quizá un tanto ligera patologías mentales sin medir la repercusión que esto pudiera tener en la vida de una persona. La psiquiatrización era vista como una forma de abuso de poder porque señalaba que etiquetar algo era condicionarlo. ¿En qué momento un niño que es enérgico e impulsivo es diagnosticado de TDAH? Pues la respuesta parece que muchas veces depende más de fuerzas ajenas a la ciencia, como puedan ser el contexto o el consenso estadístico; y a veces, también de la presión social o incluso económica. Sobre el análisis de las consecuencias, de los daños y beneficios, de esta expansión conceptual y de su relación con la psiquiatrización nos habla el propio Haslam en este otro artículo: Concept creep and psychiatrization.
Pero, este mal que antes de veía sólo en la psiquiatría y en los oscuros intereses de la industria farmacéutica, parece haberse extendido. La actual psicologización de la sociedad también es una fuerza de poder considerable y términos como codependencia, narcisismo, trabajo emocional han ido ampliando sus límites y atrayendo a muchos clientes a las consultas de psicología para trabajar esos duelos y esas dependencias. La fuerza del mercado también ha alcanzado al mundo de la psicología y la psicoterapia. Y el mercado requiere cada vez más clientes.
Nadie está libre de pecado y es muy difícil no dejarse arrastrar por la marea. Por eso, desde esta última entrada del año, nos gustaría recomendaros la lectura como remedio. Como herramienta para generar un criterio propio que nos sirva de brújula ante tanto desplazamiento, más o menos interesado. Ya sabéis eso del conocimiento es poder. Así que, a lo largo de la entrada os hemos dejado los enlaces hacia varios artículos de interés sobre el desplazamiento conceptual, y aquí os lanzamos algunas recomendaciones de lectura que nos parecen especialmente interesantes.
Feliz Año a tod@s ¡!!
Libros especialmente interesantes que ahora mismo se encuentran en la sección de Psicología crítica y antipsiquiatría de LIBRERÍA MAYO:
El problema del trauma. De Scheeringa.
El problema del trauma es la historia de cómo la idea del trauma psicológico atrae a la mente humana. Las teorías de que el trauma psicológico puede dañar permanentemente el cerebro, causar enfermedades físicas y cambiar el carácter esencial se han convertido en elementos básicos del pensamiento humano en todo el mundo.
Ciencia y pseudociencia en psicología y psiquiatría. De Marino Pérez Álvarez.
Situadas en el precario cruce de caminos trazados por la clásica dicotomía que demarca las ciencias naturales y las ciencias sociales, la psicología y la psiquiatría se han debatido desde su nacimiento entre las vertientes del positivismo más férreo y el humanismo latente que hasta ahora han convivido en su seno en un tenso equilibrio.
Pero hoy, bien entrado el siglo XXI y siguiendo el impulso del cuestionamiento al que tanto la filosofía como las propias disciplina psi han sometido a la categoría tradicional de «ciencia», así como de las más recientes disputas sobre la distinción entre esta y la pseudociencia, la psicología y la psiquiatría, más que moverse en la nebulosa tierra de nadie que hasta ahora han ocupado, quizá proporcionen un lugar privilegiado desde el que repensar las categorías utilizadas para abordar el debate. Partiendo del análisis de la psicoterapia como punto de condensación de todas las inercias en juego, Marino Pérez Álvarez argumenta acerca de los peligros que puedan entrañar los conceptos que han definido nuestra comprensión del conocimiento y el malestar psíquicos, así como las posibilidades liberadoras que una nueva vía podría proporcionar para plantearnos nuestras propias condiciones de existencia.
El mito de la enfermedad mental. De Thomas Szasz.
Sostiene Thomas S. Szasz que la psiquiatría se encuentra en un punto crítico: “Hasta ahora, la regla fue pensar en términos de sustantivos –por ejemplo, la neurosis, la enfermedad o el tratamiento–. El problema que se plantea es este: ¿Continuaremos por el mismo camino o nos apartaremos de él, orientándonos hacia el pensamiento en términos de procesos? A la luz de este enfoque, en este estudio me propongo, primero, demoler algunos de los principales sustantivos falsos del pensamiento psiquiátrico contemporáneo y, segundo, establecer los cimientos de una teoría de la conducta personal en términos de procesos”.
Si se entiende y estudia toda conducta humana como un tipo especial de comunicación que se da en el marco de ciertos roles y reglas establecidos, la psiquiatría tiene menos relación con el andamiaje conceptual de la medicina convencional y más con la semiótica y con la ética: comprender una “enfermedad mental” es descifrar un mensaje y elucidar las “reglas del juego”. Szasz toma la histeria como ejemplo y analiza las fallas de las interpretaciones clásicas y contemporáneas. Postula, por último, una “teoría de la vida humana como juego” que, apartándose del historicismo, ubique al hombre en su contexto presente y haga lugar también a su albedrío y su facultad de decisión. Porque, como dijo Garrett Hardin, “el juego debe continuar, pero es el hombre el que fija las reglas básicas y el que establece cómo formarán los equipos”.

