Cualquier tarea o intercambio que requiera más de una persona no puede ser completada sin la comunicación. Sin comunicación no hay progreso.
El cerebro necesita emocionarse para aprender. Hay comunicación cuando una persona influye sobre otra o sobre su comportamiento. Nadie va a aceptar nada nuevo si no quiere. Olvidará lo que has dicho. Recordarán siempre cómo les has hecho sentir.
Las palabras cambian nuestras emociones, lo sepamos o no: lenguaje resiliente y vocabulario transformacional. Nuestra propia identidad es un relato que elaboramos a partir de relatos –storytelling–. Aprendizaje es cuanta verdad captas de tu propia realidad, de tu propio relato.
De todo esto va El narrador de emociones. No es lo que tú sacarás del libro, es lo que él sacará de ti. Solo tiene valor si a través de sus relatos y casos prácticos contribuye a mejorar tu calidad de vida. ¡Manos a la obra! ¡Manos a las palabras!