El hecho educativo necesita tanto de los saberes científicos como de los tecnológicos, pero no son suficientes para hacerse cargo de la totalidad de lo humano; por esto, el presente libro se enfrenta a la reducción del discurso a mera razón instrumental en torno a los procesos educacionales.
Los educadores hacen, sienten, dicen y deciden cosas. La filosofía alcanza reflexivamente -a modo de espectáculo- al conjunto de las actividades que se dan en la enseñanza. La filosofía no constituye un saber superior; se limita a ser un saber impertinente que fuerza a continuar reflexionando. Así, los capítulos del libro se organizan en torno a tres núcleos: qué es el saber filosófico, en qué consiste el hecho de educar y qué dirección imprimir a la actividad educadora.