La estética en el pensamiento y obra pedagógica de Loris Malaguzzi
Alfredo Hoyuelos
Editorial Octaedro
Colección Temas de Infancia
Publicado en 2013
2ª edición
270 páginas
Rústica
La estética en las escuelas infantiles de Reggio y en el pensamiento pedagógico de Malaguzzi es, a la vez, el elemento más impactante de su pedagogía y su talón de Aquiles. Después de visitar las escuelas infantiles de Reggio, puede que haya personas que piensen que, poniendo unas transparencias en las ventanas de una escuela, se está haciendo realidad la pedagogía de Reggio; otras que se sientan tan abrumadas por la belleza del ambiente de las escuelas infantiles de Reggio que consideren su pedagogía inalcanzable el otro contexto; también es posible encontrar a quien piense que se hace una pedagogía puramente de imagen, de escaparate.
El libro de Alfredo Hoyuelos es un elemento clave para deconstruir de manera rigurosa estas posibles lecturas sobre la realidad reggiana. El autor, en este volumen, desgrana el fondo y la significación de la estética en el pensamiento pedagógico de Malaguzzi y en la vida cotidiana de las escuelas infantiles.
La estética y la ética están en diálogo permanente, lo que las hace indisociables en el pensamiento y la acción pedagógica co-construidas en Reggio. La estética vertebra la realidad imperceptible: la de las pequeñas cosas, la del gesto, la de la mirada, la de la escucha atenta y activa en todo aquello que pasa… Pero es, también, la manera de darle valor, de hacerla visible, de mostrarla bellamente: la belleza del respeto, del amor, del compromiso hacia las niñas y los niños y hacia todo adulto que tenga la disponibilidad de maravillarse de lo extraordinarios que pueden ser todos los días en un escuela infantil así concebida.
Esta visibilidad estética de la obra de Malaguzzi es una provocación, no deja indiferente, tal vez esta vertiente de su pedagogía se propone iniciar un diálogo. Sitúa al interlocutor frente a una realidad en la cual la vulgaridad, el estereotipo, la copia, la repetición… no tienen cabida. Hace evidente la necesidad de pensar, de cuestionarse sobre las infinitas posibilidades que tienen los cien lenguajes de los niños.