(...) Laura Palacios nos engaña y nosotros nos dejamos voluntariamente engañar. Porque siempre elige describir, circuir los textos y los fragmentos de vida -uno a través de los otros- con enunciados que se abren a la enunciación, pero que se quedan en el límite para evitar las trampas de la explicación, suprema tentación de la Razón.