Para entender la realidad que nos rodea, el recurso a la psicología y a su lenguaje (estrés, inteligencia emocional, depresión, personalidad, resiliencia, etc.) es cada vez mayor. Dicho recurso no es simplemente el reflejo de un posible éxito de las instituciones psicológicas, tampoco supone el desarrollo de un clima más "humanitario", sino que es a la vez efecto y causa de una transformación social, histórica y política más amplia. La extraordinaria expansión actual de la psicologiá (psicologización) hunde sus raíces en los procesos de individualización social y crea un poderoso mecanismo de despolitización. En términos generales, a más psicología menos socialidad, por lo tanto, a más psicoogía menos política.
"Pero esa ausencia de solidaridades cotidianas y esa incomunicación generalizada que hace buscar psicoterapia como sociabilidad no ocuta el artificio: los mundos de un terapeuta digamos libertario y un consultante opusdeísta son tan lejanos y el conflicto de valores tan patente como silenciados, hasta el punto de que cualquier entendimiento es ilusorio. La clave no es una disputa entre terapias blandas o duras, entre psicoterapia o psicofármacos, sino de autonomía-dependencia, de técnicos contra saber común" (Guillermo Rendueles).