Cuando los buenos tratos garantizan la maduración y la organización cerebral, los niños y niñas pueden integrar fácilmente los límites de la realidad, aceptar la autoridad, manejar mejor sus deseos y sus frustraciones, así como desarrollar la empatía necesaria para garantizar un desempeño social adecuado. Todo esto se traduce también por el desarrollo de una identidad individual y social sana, en la medida que los adultos, tanto del ámbito familiar como social, les proporcionan relatos coherentes, verídicos y respetuosos de sus historias familiares y culturales, así como valores inspirados en la doctrina del respeto a los derechos humanos.