Trastornos del espectro autista

Los Trastornos del Espectro del Autismo (TEA) son un grupo de trastornos del neurodesarrollo que afectan a la comunicación y el comportamiento. Aunque se pueden diagnosticar a cualquier edad, se los clasifica como "trastornos del desarrollo" porque los síntomas aparecen generalmente durante los primeros dos años de vida. Se emplea el término “espectro” debido a la amplia variabilidad en el tipo y gravedad de los síntomas.

Según el Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales (DSM-5) de la Asociación Americana de Psiquiatría, las personas con TEA sufren dificultad para comunicarse e interactuar con otras personas, tienen intereses limitados y comportamientos repetitivos, y padecen síntomas que afectan a su capacidad para desenvolverse en la escuela, el trabajo y otras áreas de la vida.

Algunos ejemplos de comportamientos frecuentes en las personas diagnosticadas con TEA pueden ser los siguientes:

Entre los comportamientos de comunicación e interacción social: contacto visual escaso o inconsistente; tendencia de no ver o no escuchar a las personas; dificultad para compartir o mostrar objetos o actividades; no responder o demorarse en hacerlo cuando se les llama por su nombre o se intenta captar su atención; dificultad para seguir las conversaciones; hablar durante largo tiempo sobre sus temas preferidos, sin dar oportunidad de responder o sin darse cuenta cuando los demás reaccionan con indiferencia; expresiones faciales, movimientos y gestos que no coinciden con lo que están diciendo; un tono inusual de voz que puede sonar como si estuvieran cantando, o un tono monótono y robótico; problemas para comprender el punto de vista de otra persona, o incapacidad para predecir o entender las acciones de los otros.
Entre los comportamientos restringidos o repetitivos se pueden incluir: ciertas conductas repetitivas o comportamientos inusuales, como repetir palabras o frases (ecolalia); interés intenso y prolongado por ciertos temas, como números, detalles o datos; mostrar demasiado interés por ciertas cosas, como objetos en movimiento o partes de algunos objetos; molestarse por cambios leves en la rutina, ser más o menos sensibles que otras personas a los estímulos (la luz, el ruido, la textura de la ropa o la temperatura); dificultad para dormir e irritabilidad.

Si bien son muchas sus dificultades, las personas con TEA también tienen puntos fuertes, como la capacidad para aprender detalladamente y recordar información por largos períodos de tiempo, una gran memoria visual y auditiva, o sobresalir en matemáticas, ciencias, música y arte.

Las causas exactas de los trastornos del espectro autista siguen siendo a día de hoy un misterio para los investigadores. Lo más probable es que el desarrollo en formas que conducen al autismo esté condicionado por factores tanto genéticos como ambientales, y aunque los científicos aún siguen tratando de comprender por qué algunas personas desarrollan estos trastornos y otras no, sí que es posible identificar algunas variables que aumentan el riesgo: tener hermanos con trastornos del espectro autista, la edad de los progenitores, ciertas afecciones genéticas (por ejemplo, el síndrome de Down, el síndrome del cromosoma X frágil y el síndrome de Rett), tener un peso muy bajo al nacer. Ahora bien, no todas las personas que reúnen estos factores de riesgo llegarán a desarrollar autismo.

Por lo general, se puede diagnosticar de manera fiable un trastorno del espectro autista a la edad de dos años. Si bien los trastornos pueden prolongarse durante toda la vida, los tratamientos pueden mejorar la sintomatología y la capacidad funcional de las personas con TEA. El tratamiento temprano es importante, pues la atención adecuada puede disminuir las dificultades de las personas con TEA al tiempo que les ayuda a aprender nuevas habilidades y aprovechar al máximo sus fortalezas.

(Fuente: National Institute of Mental Health, EE.UU.)

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Síndrome de Asperger

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El Síndrome de Asperger es un trastorno del neurodesarrollo que se caracteriza por dificultades en la comunicación no verbal y en la interacción social, resistencia para aceptar los cambios, y patrones de comportamiento repetitivos y absorbentes. Fue originalmente descrito por el pediatra Hans Asperger, de quien toma su nombre, aunque con la evolución de la investigación desde sus hallazgos en 1944 algunas de las indicaciones expresadas en su trabajo han variado. Aunque inicialmente se trataba de una patología diferenciada del TEA (Trastorno del Espectro Autista), actualmente se ha fusionado esta patología, considerándose un grado dentro de ella. Sus síntomas coinciden en gran parte con el trastorno del desarrollo generalizado no especificado.

Se trata de un trastorno que aparece en la infancia y la adolescencia, y que persiste en la edad adulta al no tratarse propiamente hablando de una “enfermedad curable”. Habitualmente, los individuos con esta condición poseen un manejo del lenguaje inusual, una atención al detalle que pasa desapercibida a las personas neurotípicas, y en ocasiones -no siempre, pese a la creencia popular- una alta inteligencia vinculada a determinadas áreas del procesamiento (a menudo las matemáticas). Sin embargo, las personas con Asperger carecen, en diverso grado, de la capacidad de empatía para reconocer el lenguaje corporal de otra persona, el lenguaje facial, o los sentidos figurados y metafóricos del lenguaje, tomando multitud de frases en su literalidad. A menudo tienen obsesiones con temas específicos, que les supone una “zona de confort”, tienen obsesión por el orden y la clasificación o serialización de las cosas, y una memoria o perfeccionismo excepcionales. Estas circunstancias hacen que los demás perciban a estos individuos con incomprensión, como extraños, groseros, poco comunicativos o antipáticos, generando confusión en ellos, aislamiento y falta de sociabilidad. La comorbilidad con la ansiedad, el nerviosismo o la depresión son habituales.

Así pues, los libros sobre Síndrome de Asperger tratan todos estos síntomas recurrentes en los niños y adolescentes con esta afección: alteraciones en la comunicación verbal y no verbal, interpretación literal en el lenguaje, obsesiones y patrones comportamentales restringidos, atención a los detalles en detrimento de la percepción de conjunto -o estructural-, inflexibilidad y dificultad para la planificación, y carencias en el reconocimiento y la expresión de emociones y afectividad. Pero el más destacado de todos ellos es la falta de empatía y las dificultades de interacción social.

Respecto de un tratamiento eficaz, en esta patología se trata de terapias centradas en los síntomas del trastorno, entre las que destacan el control del estrés y la ansiedad social, el entrenamiento de habilidades lingüísticas para una comunicación más fluida, y sobre todo la práctica en habilidades sociales para mejorar la empatía y el reconocimiento gestual en los otros y en uno mismo. Por otra parte, no existe un tratamiento farmacológico que resulte útil para el Síndrome de Asperger, salvo para tratar trastornos habitualmente asociados como la ansiedad o la depresión.

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